martes, julio 21, 2009

“De Nito ya no sé nada ni quiero saber. Han pasado tantos años y cosas, a lo mejor todavía está allá o se murió o anda afuera. Más vale no pensar en él, solamente que a veces sueño con los años treinta en Buenos Aires, los tiempos de la escuela normal y claro, de golpe Nito y yo la noche en que nos metimos en la escuela, después no me acuerdo mucho de los sueños, pero algo queda siempre de Nito como flotando en el aire, hago lo que puedo para olvidarme, mejor que se vaya borrando de nuevo hasta otro sueño, aunque no hay nada que hacerle, cada tanto es así, cada tanto vuelve como ahora. La idea de meterse de noche en la escuela anormal (lo decíamos por jorobar y por otras razones más sólidas) la tuvo Nito, y me acuerdo muy bien que fue en La Perla del Once y tomándonos un cinzano con bitter. Mi primer comentario consistió en decirle que estaba más loco que una gallina, pesealokual -así escribíamos entonces, desortografiando el idioma por algún deseo de venganza que también tendría que ver con la escuela-, Nito siguió con su idea y dale conque la escuela de noche, sería tan macanudo meternos a explorar, pero qué vas a explorar si la tenemos más que manyada, Nito, y, sin embargo, me gustaba la idea, se la discutía por puro pelearlo, lo iba dejando acumular puntos poco a poco. En algún momento empecé a aflojar con elegancia, porque también a mí la escuela no me parecía tan manyada, aunque lleváramos allí seis años y medio de yugo, cuatro para recibirnos de maestros y casi tres para el profesorado en letras, aguantándonos materias tan increíbles como Sistema Nervioso, Dietética y Literatura Española, esta última la más increíble, porque en el tercer trimestre no habíamos salido ni saldríamos del Conde Lucanor. A lo mejor por eso, por la forma en que perdíamos el tiempo, la escuela nos parecía medio rara a Nito y a mí, nos daba la impresión de faltarle algo que nos hubiera gustado conocer mejor. No sé, creo que también había otra cosa, por lo menos para mí la escuela no era tan normal como pretendía su nombre, sé que Nito pensaba lo mismo y me lo había dicho a la hora de la primera alianza, en los remotos días de un primer año lleno de timidez, cuadernos y compases. Ya no hablábamos de eso después de tantos años, pero esa mañana en La Perla sentí como si el proyecto de Nito viniera de ahí y que por eso me iba ganando poco a poco; como si antes de acabar el año y darle para siempre la espalda a la escuela tuviéramos que arreglar todavía una cuenta con ella, acabar de entender cosas que se nos habían escapado, esa incomodidad que Nito y yo sentíamos de a ratos en los patios o las escaleras y yo sobre todo cada mañana cuando veía las rejas de la entrada, un leve apretón en el estómago desde el primer día al franquear esa reja pinchuda, tras de la cual se abría el peristilo solemne y empezaban los corredores con su color amarillento y la doble escalera. -Hablando de la reja, la cosa es esperar hasta medianoche -había dicho Nito- y treparse ahí donde me tengo vistos dos pinchos doblados, con poner un poncho basta y sobra. -Facilísimo -había dicho yo-, justo entonces aparece la cana en la esquina o alguna vieja de enfrente pega el primer alarido. -Vas demasiado al cine, Toto. ¿Cuándo viste a alguien por ahí a esa hora? El músculo duerme, viejo. De a poco me iba dejando tentar, seguro que era idiota y que no pasaría nada ni afuera ni adentro, la escuela sería la misma escuela de la mañana, un poco frankenstein en la oscuridad si querés, pero nada más, qué podía haber ahí de noche aparte de bancos y pizarrones y algún gato buscando lauchas, que eso sí había. Pero Nito dale con lo del poncho y la linterna, hay que decir que nos aburríamos bastante en esa época en que a tantas chicas las encerraban todavía bajo doble llave marca papá y mamá, tiempos bastante austeros a la fuerza, no nos gustaban demasiado los bailes ni el fútbol, leíamos como locos de día pero a la noche vagábamos los dos -a veces con Fernández López, que murió tan joven- y nos conocíamos Buenos Aires y los libros de Castelnuovo y los cafés del bajo y el dock sur, al fin y al cabo nos parecía tan ilógico que también quisiéramos entrar en la escuela de noche, sería completar algo incompleto, algo para guardar en secreto y por la mañana mirar a los muchachos y sobrarlos, pobres tipos cumpliendo el horario y el Conde Lucanor de ocho a mediodía. Nito estaba decidido, si yo no quería acompañarlo saltaría solo un sábado a la noche, me explicó que había elegido el sábado porque si algo no andaba bien y se quedaba encerrado tendría tiempo para encontrar alguna otra salida. Hacía años que la idea lo rondaba, quizá desde el primer día cuando la escuela era todavía un mundo desconocido y los pibes de primer año nos quedábamos en los patios de abajo, cerca del aula como pollitos. Poco a poco habíamos ido avanzando por corredores y escaleras hasta hacernos una idea de la enorme caja de zapatos amarilla con sus columnas, sus mármoles y ese olor a jabón mezclado con el ruido de los recreos y el ronroneo de las horas de clase, pero la familiaridad no nos había quitado del todo eso que la escuela tenía de territorio diferente, a pesar de la costumbre, los compañeros, las matemáticas. Nito se acordaba de pesadillas donde cosas instantáneamente borradas por un despertar violento habían sucedido en galerías de la escuela, en el aula de tercer año, en las escaleras de mármol; siempre de noche, claro, siempre él solo en la escuela petrificada por la noche, y eso Nito no alcanzaba a olvidarlo por la mañana, entre cientos de muchachos y de ruidos. Yo, en cambio, nunca había soñado con la escuela, pero lo mismo me descubría pensando cómo sería con luna llena, los patios de abajo, las galerías altas, imaginaba una claridad de mercurio en los patios vacíos, la sombra implacable de las columnas. A veces lo descubría a Nito en algún recreo, apartado de los otros y mirando hacia lo alto donde las barandillas de las galerías dejaban ver cuerpos truncos, cabezas y torsos pasando de un lado a otro, más abajo pantalones y zapatos que no siempre parecían pertenecer al mismo alumno. Si me tocaba subir solo la gran escalera de mármol, cuando todos estaban en clase, me sentía como abandonado, trepaba o bajaba de a dos los peldaños, y creo que por eso mismo volvía a pedir permiso unos días después para salir de clase y repetir algún itinerario con el aire del que va a buscar una caja de tiza o el cuarto de baño. Era como en el cine, la delicia de un suspenso idiota, y por eso creo que me defendí tan mal del proyecto de Nito, de su idea de ir a hacerle frente a la escuela; meternos allí de noche no se me hubiera ocurrido nunca, pero Nito había pensado por los dos y estaba bien, merecíamos ese segundo cinzano que no tomamos porque no teníamos bastante plata. Los preparativos fueron simples, conseguí una linterna y Nito me esperó en el Once con el bulto de un poncho bajo el brazo; empezaba a hacer calor ese fin de semana, pero no había mucha gente en la plaza, doblamos por Urquiza casi sin hablar, y cuando estuvimos en la cuadra de la escuela miré atrás y Nito tenía razón, ni un gato que nos viera. Solamente entonces me di cuenta de que había luna, no lo habíamos buscado pero no sé si nos gustó, aunque tenía su lado bueno para recorrer las galerías sin usar la linterna. Dimos la vuelta a la manzana para estar bien seguros, hablando del director que vivía en la casa pegada a la escuela y que comunicaba por un pasillo en los altos para que pudiera llegar directamente a su despacho. Los porteros no vivían allí y estábamos seguros de que no había ningún sereno, qué hubiera podido cuidar en la escuela en la que nada era valioso, el esqueleto medio roto, los mapas a jirones, la secretaría con dos o tres máquinas de escribir que parecían pterodáctilos. A Nito se le ocurrió que podía haber algo valioso en el despacho del director, ya una vez lo habíamos visto cerrar con llave al irse a dictar su clase de matemáticas, y eso con la escuela repleta de gente o a lo mejor precisamente por eso. Ni a Nito ni a mí ni a nadie le gustaba el director, más conocido por el Rengo; que fuera severo y nos zampara amonestaciones y expulsiones por cualquier cosa era menos una razón que algo en su cara de pájaro embalsamado, su manera de llegar sin que nadie lo viera y asomarse a una clase como si la condena estuviera pronunciada de antemano. Uno o dos profesores amigos (el de música, que nos contaba cuentos verdes, el de sistema nervioso que se daba cuenta de la idiotez de enseñar eso en un profesorado en letras) nos habían dicho que el Rengo no solamente era un solterón convicto y confeso, sino que enarbolaba una misoginia agresiva, razón por la cual en la escuela no habíamos ni una sola profesora. Pero justamente ese año el ministerio debía haberle hecho comprender que todo tenía su límite, porque nos mandaron a la señorita Maggi que les enseñaba química orgánica a los del profesorado en ciencias. La pobre llegaba siempre a la escuela con un aire medio asustado, Nito y yo nos imaginábamos la cara del Rengo cuando se la encontraba en la sala de profesores. La pobre señorita Maggi entre cientos de varones, enseñando la fórmula de la glicerina a los reos de séptimo de ciencias. -Ahora -dijo Nito. Casi meto la mano en un pincho, pero pude saltar bien, la primera cosa era agacharse por si a alguien le daba por mirar desde las ventanas de la casa de enfrente, y arrastrase hasta encontrar una protección ilustre, el basamento del busto de Van Gelderen, holandés y fundador de la escuela. Cuando llegamos al peristilo estábamos un poco sacudidos por el escalamiento y nos dio un ataque de risa nerviosa. Nito dejó el poncho disimulado al pie de una columna, y tomamos a la derecha siguiendo el pasillo que llevaba al primer codo donde nacía la escalera. El olor a escuela se multiplicaba con el calor, era raro ver las aulas cerradas y fuimos a tantear una de las puertas; por supuesto, los gallegos porteros no las habían cerrado con llave y entramos un momento en el aula donde seis años antes habíamos empezado los estudios. -Yo me sentaba ahí. -Y yo detrás, no me acuerdo si ahí o más a la derecha. - Mirá, se dejaron un globo terráqueo. -¿Te acordás de Gazzano, que nunca encontraba el África? Daban ganas de usar las tizas y dejar dibujos en el pizarrón, pero Nito sintió que no había venido para jugar, o que jugar era una manera de no admitir que el silencio nos envolvía demasiado, como un eco de música, reverberando apenas en la caja de la escalera; también oímos una frenada de tranvía, después nada. Se podía subir sin necesidad de la linterna, el mármol parecía estar recibiendo directamente la luz de la luna, aunque el piso alto la aislara de ella. Nito se paró a mitad de la escalera para convidarme con un cigarrillo y encender otro; siempre elegía los momentos más absurdos para empezar a fumar.”
La escuela de noche, del hombre a quien lo alejaron de la oscuridad, calle vagabunda que favoreció al amor y a la delincuencia por partes iguales.
Ellos pretenden hacer un mundo para sus hijos, pretenden que sus hijos observen más de lo que ellos observaron y caminen mas lejos de lo que ellos han caminado, no temen errar, pues si lo hacen es posible que los hijos puedan cambiar lo que hicimos.
Seres estúpidos. Si aciertan y sus hijos adquieren el mundo que les fue (en extraña concordancia a un hecho que lo antecede todo y que comúnmente es asociado con las manos de D…) realizado por ellos, habrán entonces creado su innecesaria vejez, innecesarios mártires, pues su vejez no garantiza la juventud de sus hijos, que los pliegues de sus caras se desgasten con el tiempo, no quiere decir que sus hijos puedan ver o andar. El tinte blanco de sus cabellos cortos les fue encerrando poco a poco la cabeza, ahora ríen ya sin fuerzas por ahí, cortándole los ojos y los pies a los más chicos, dictándoles las leyes del camino, el único camino que les permites tomar mientras das otra calada a tu torpe cigarrillo.
De todos modos si erran, sus cuerpos morados se consumirán ataviados hasta la corbata de un olor a pestilencia barata, hipócrita olor a fino del mas malo de los vinos.
Vivan como vivan, morirán. Al igual que sus hijos y los hijos de sus hijos mientras sean hijos suyos, de madres desesperadas, de familias que te alejan de
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la oscuridad, calle vagabunda, felina mortal.

lunes, julio 20, 2009



Gritaremos...

Cada vez más bajo, reventaremos, no existe la menor duda.

Vaya que sabes cómo caminar, destrozar calles con tu paso imparable, devorarte enterita la ciudad. Mujer vuelta carretera, bestia de templado cuerpo, cianuro mortal.

Tragabas los grumos de café que se refugiaban en el fondo del pocillo, como hombres sin tiempo, sin lugar, sin escondite, hombres de delgados pasos, amargos trozos de ardiente cafeína y te repetían y te repetían, que te alejaras de ellos, que no los miraras, que nunca entraras en sus casas, que no cruzaras jamás la puerta de un muchacho solo, que aprendieras cuanto pudieras en la escuela.

Tu mente de niña viajo siempre mucho más rápido que la de ellos, ellos se consumían como cera en la misma imagen que habían construido desde que empezaron a morir, imágenes de hombres pudientes, de alta mirada y total indiferencia, imágenes de hombres falsos, hombres corrompidos por la falta de prohibida corrupción, entonces saliste disparada por la ventana y dejaste sonando eterna en la radio la misma canción, sí que eres larga, músculos tensionados por el deseo, arterias que bombean a todo motor tu corazoncito, raptaste la huida de un muchacho en silencio, silenciado mejor, te detuviste en el andén sin que nadie lo notara demasiado y con esa sutileza tuya llenaste el cemento de tachuelas, para que se chuzaran las señoras distinguidas, los dueños de las firmas, ¡oh el tan nombrado capital atacando nuevamente! La viste caminar decidida con cierta extraña pereza que atenazo entre su inmovilidad, perturbada viste pasar a la profe con una veintena de niños que la seguían perdiéndola, distraídos, distracción divina, arma invicta de la niñez ante la señora gorda, si que aprendiste a odiarla, si que le llenaste los zapatos de dolor cuando paso despreocupada por el andén, esa diva untada con asco, cortada inminente o negación.

Tienes los zapatos llenos de greda, las manos todas enmelocotadas con dulce que no aprendiste a tener quieto en la boca.

Sumergete, respira mientras puedas, suda hasta no poder hacerlo mas, no soportes mas, estalla...

Pero nunca dejes de besarme, jamas te lo rogaria...


Porque no quiso ser estatua de sal
le llamaban todos "culo inquieto",
aparentaba ser un tipo normal
pero guardaba un secreto.

Cuando a los cínicos les dió por rezar
él le puso a Satán una vela,
aprendió todo lo que hay que olvidar
y se escapó de la escuela.

Y por llamarle tanto pan al pan
y al vino vino
la gente bien pensaba mal
y decían por la acera del casino
que si tal que si cual
pero a él le daba igual.

Porque gritaba cuando había que callar
le llamaban todos "aguafiestas"
dormía todo lo que había que soñar
sin perdonar una siesta.

Y, aunque nadie daba un duro por él
se volcaba tanto en los detalles
que sin llegar a nada llegó a ser
el capitán de su calle.

Pero en el barrio había un general
que para colmo
lo vió salir de noche a probar
a buscarle tres patas
a las gatas
y dos peras al olmo
para merendar.

Porque sabía
que la verdad desnuda
guarda oculta detrás de la corteza
el hueso de cereza
de una duda.

Y se reía
con la melancolía
que le da la razón a la tristeza
cuando los labios pierden la cabeza.

Porque no sabía vivir sin besar
le llamaban todos "picha brava"
pero él besaba para recuperar
los besos que le faltaban.

Y, aunque la muerte le aterraba pensó
que si la pálida dama llegaba
no desperdiciaría la ocasión
de ver qué tal besaba.

Y, por burlarse de lo más sagrado,
los del juzgado
empapelaron al capitán
y le echaron cinco mil años y un día
paque aprenda a cantar
en la mazmorra fría.

Porque sabía
que la verdad desnuda
guarda oculta detrás de la corteza
el hueso de cereza
de una duda.

Y se reía
con la melancolía
que le da la razón a la tristeza
cuando los labios pierden la cabeza.

DONT STOP.
SAY NO MORE and more and more


viernes, julio 17, 2009

Mercedes Benz

Fue por ese entonces que me comenzó una estornudadera la berraca, en todo lado cada calle, en cada esquina , en cada parque y en cualquier bus, con cualquier amigo, con cualquier sustancia. La garganta me carraspeaba como una locomotora vieja intentándose prender, las niatas rojas como las de float. En tiempos de pestes raras, envases de cocacola cada vez más grandes, tiempos de economizar plástico y vidrio, tiempos en que muchas gentes tomaban de pocas botellas, oh tiempos de pestes raras, que curiosa y farmacéutica relación que tiene la cocacola y las pestes raras, en fin. Yo caminaba por esas calles pestilentes siendo yo por supuesto, mucho más pestilente, se me paso por la cabeza largarme y efectivamente lo hice, por unos cuantos pesos se le puede arreglar la vida, y en estos tiempos de pestilencia, es mejor prevenir. Parece que estuve bien de malas porque no iba a mitad de camino cuando comenzó a llover, sin otra posibilidad, me refugie, prendí un cigarrillo y me decidí a seguir caminando, la canción al oído me procura calma mientras la ansiedad no me deja ni parpadear, tenía que llegar de inmediato. Me di cuenta del color de las plantas y seguí mi camino.
El alma de los traidores reposaba inmóvil sobre el vidrio de mi mesa de noche, debajo del vidrio hay algunos recortes de periódico y alguna foto que otra, una frase que repetía un gato robot en la televisión: “Espada del augurio permíteme ver mas allá de lo evidente”, una camioneta Volkswagen modelo 69’ y si, cuidado con los ácidos marrones, repetían en Woodstock, cuna de millones, pero de dos en realidad. La lista de canciones de Let it Be… naked, el disco que jamás se termino, George Martin monto unos arreglos, llamo al negro Preston para que terminara de reventar ese piano y lo publico como LET IT BE… nótese que su portada son cuatro fotos aparte, los pobres dueños de las disqueras decidieron publicar …naked, Caicedo y su libro negro, Cortázar desesperado por la publicación de sus inesperados. RING TONE... KILL MY MOTHER! Fue un día bastante largo, de una semana bastante larga, casi interminable, debido a la ausencia de festivos. Corría como siempre, sin percatarme esta vez que, todo había cambiado, la realidad no era la misma pero al recordar, leyes rotas y fuego, la revolución había comenzado, era tiempo de acabar.

Vaya si comimos acidos aquella tarde...

miércoles, julio 15, 2009

Exilio en la Plaza Principal

Esta es mejor, erase una como tantas noches, compañeras imperdibles de los whiskys baratos, rotos y finos vueltos nauseas y resequedad. Cierto grupo de caballeros determina la solución única a los problemas del país. Concluyen pues, que alguno de los cuatro deberá matar al presidente. Se hospedan en una cómoda sala de hotel, cantidades de bolas de billar y ropas se agrupan desordenadamente en el suelo del lugar. Eligen cuatro cartas al azar y anuncian que quien obtenga la segunda más alta rostizara al primer man-datario, el anciano de pelo corto obtiene un tres, el muchacho aquel que resbalo de un coco y aplazo la gira suelta una estridente carcajada con un siete de diamantes en la mano, ¿señor madera? El bajo arroja un as de espadas en la mesa y se marcha al baño a orinar, regresa segundos más tarde con las pupilas algunos milímetros mas dilatadas de LO NORMAL. Un economista que hace algunos pocos años toma clases de canto da vuelta a su carta roja, siete corazones. Se produce un largo silencio, saliendo por la ventana una avenida con puentes y túneles da vueltas entre los ladrillos, por alguno de aquellos pavimentos transita un taxi que recogió en ese mismo hotel a un joven rubio de aproximados veintisiete años y pronunciado acento británico, en la radio suena un discurso que el presidente preside en la plaza principal, a las afueras de su palacio. El taxi estaciona tras las vallas y el joven llega hasta las cercanías del hombre que pronuncia tras alegar que tenía que comunicarle algo urgente, ante las atónitas miradas de la prensa. El rubio le da un beso en la boca al hombre y después manda a volar la ciudad entera.
Solo en alguna habitacion de la explosiva metropolis un par de caballeros se percatan de que el suelo esta mucho mas caliente de lo que deberia estar.


“Hay gente que cree que los Rolling Stones son pobres…”
Ch.G.

martes, julio 14, 2009

Desmemorias de una noche sin Apuros

Sus cabezas eran relegadas a ser tímidas capas de piel que nacían bajo las raíces de algunos pelos muy cortos hasta los temibles cuellos de chaquetas verdes con números y medallas, sus rapaces ojos brillantes nada me ocultaban y todo me lo mostraban, me lo enseñaban, me ilustraban con anhelo tibios mundos de reglas y de limitaciones, mundos ideales para envejecer, para tener fabricas, para hacerse una imagen social, veía su disminuida capacidad de asombro, su falta de interés hacia los placeres corporales, deduje entonces que un hombre de SinCuenta que vive ajetreado entre papeles y denuncias no tiene tiempo para algunas noches de desnudez, música, luces apagadas, ácidos y gemidos o quizás tiene mucho tiempo que ya no tiene como llenar, hombres llenos de vida, repletos, satisfechos hasta hastiarse, hombres básicos de pH cercano a cero, hombres sin mente, hombres con armas y camionetas. Detestables ojos, ojos de abogados, de jueces, de mentiras y política barata, o ¿hay acaso alguien que conozca otro tipo de política? Si no existieran los médicos, no habría enfermedades. Si no existieran los abogados no habría leyes, dulces párrafos castrantes, ataviados hasta el orto de prejuicios y supersticiones, si no existieran las leyes, fue porque los blancos dejaron de existir también…

Fotografías, ¡flash! Perpetuación de mi sensualidad, tan ingrata, tan divina, tan joven, tan asesina, tan mía y me la arrebatan, tan de ellos, mis ojos castaño oscuro, mi cuerpo metro setenta y siete, la fuerza que me apega al suelo (al mismo que ellos pisaron todos los mismos días de sus vidas) sesenta y ocho kilitos, fuadelgazante, nuestra nueva pastilla que ayuda a remover esos gorditos de mas, a extirparlos de la sociedad, nuestra sociedad que debe ser estética, noventa sesenta noventa, no admitimos variedad, si su problema es por el contrario un problema de digamos… permanencia, si por el contrario usted es un ciudadano ideal, perfecto elemento de nuestra simetría social, requerirá entonces algo para el envejecimiento, para los notables rasgos del paso del tiempo en la piel, en la chaqueta y en las medallas, en el sistema muscular y en los huesitos, en el sistema circulatorio, en la especial circulación de la sangre hacia determinada zona erógena, tenemos entonces para usted nuestra más moderna pastilla, descubierta también por esos veinteros cantantes de tango que tu tanto admiras, pero también descubierta y redescubierta por los sesenteros cantantes de rock, de blues y de tango también (no crees pues que el tango, como las drogas no discriminan estrato social, numero de cedula, dirección, numero de ventanas de su casa, marcas en la piel, cicatrices, tatuajes, -pronto: Say No More Cianuro, fabuloso escrito que se hace esperar…- adicciones previas.) que tanto me gustan a mi, nuestro químico mas vendido en Norteamérica y Europa, oro blanco que le dio a un hombre lo suficiente para tener hipopótamos y pagar la deuda externa, conmigo y con todos ustedes: ¡fuadelgalante!.

Recuperen la sensación del peor golpe que hayan recibido en su vida, súmenle la odiosa aguja de persecución que nos ofrece a diario la gran mayoría de adultez petrificada que se apodero del mundo, agreguen entonces a esa persona a quien desearían matar con sus propias manos, descuartizar, pero antes del homicidio agravado, cuando nuestra victima todavía sienta dolor: remover la piel y arder los tejidos musculares en vinagre ardiente para que colme sus sentidos, que tantos años fueron engañados. Como esa molestia siento mil al tiempo cuando pienso en sus ojos vidriosos, ojos sobrios y faltos de mugre, cabecitas demasiado rapadas, demasiado organizadas, demasiado limpias con shampoo y acondicionador que les compraron sus esposas, preciosas ridículas que dejaron de gemir hace bastante tiempo, Caicedo lo dijo: gente que solo sueña por las noches, niños envejecidos. Hijos de mil Jennys de los bodegones, así y de mil millones de maneras por el estilo me expresaría si me pidieran expresarme acerca de sus instituciones y de sus procedimientos.
Conozco tan solo dos tipos de gente, los que son como ellos y los que no, los que no son como ellos son una inmensa cantidad de diferentes tipos de gente, pero para nuestro infortunio los que son como ellos, que son todos igualiticos representan, al menos legalmente, a la triste y apanada mayoria. Trozos de pollo cubiertos en pan, fritos y listos para digerir, sin rastros de sangre, reincido: en ninguna parte del cuerpo, ancianos, viejos y desgastados cuerpos que perdieron las formas.
De los que son como ellos recuerdo muchos, de los que no recuerdo menos pero los recuerdo más, o mejor: realmente los recuerdo. Los que son como ellos me regañaron cuando chico, me sentaron en la esquina del salón y me pusieron a escribir palabras mientras todos pateaban balones en los patios, los que no son como ellos me sacaron de mi cuarto y me llevaron a cantar al parque, inclusive hice una bandera (como raro: rojinegra) para comunicarles que no están solos, que como ellos hay millones de millones de calientes juventudes que se avalanchan, todos con vida propia y demás características que solamente tenemos los humanos, porque ninguna otra criatura del planeta podría jamás abarcar con mayor maestría el espacio como lo hemos hecho nosotros, convencidos indignados, si Darwin: el hombre es una especie que pudo matar a las demás especies que con el convivían, así levantarse en una hegemonía que terminara por hacerlo desaparecer lentamente. Esa hegemonía tan transitoria, tan mentirosa, tan agónica y tan irreal, no es más que sus largas vidas, yendo lentamente tras ellos, tras sus pasos que desaceleran con el inagotable pasó del periódico de todos los días.
Claro amigo de huesos grandes, para darnos cuenta de nuestra malograda y falsa educación tuvimos que pasar por ella, para pisar mierda, debemos haber cagado y nos tuvieron que haber llenado la cabeza de cucarachas como que la mierda es mala y antihigiénica, pero es lo que sale de mas adentro de nosotros, matemática pura, hagan cuentas, los que no le tienen asco a la mierda son los que mejor la han pasado, ¿de donde creen que salen los hongos mágicos? Por supuesto, duendes morados de silosibina te atascan las neuronas mientras tu juegas tranquilo en el bosque. Vas por ahí, descalzo y quizá desnudo, buscando algún seto a punto de estallar.
¿Que te pueden decir ellos? Oye tu, deja esa boñiga de vaca y ven con nosotros: ¡enlístate! Hey deja de fumar maleza y haz parte de nuestro orgullo nacional, porta la bandera, si ellos son la patria… Charly se canso de repetir frases que reventaron al mundo entre tres acordes dedicados al poeta Luis Alberto Spinetta.

Ellos me dicen que deje las drogas, que me voy a morir, y yo les respondo:
Ustedes bien saben que de esas dos, una es innegable y predecible desde ya, la otra entonces no me la toquen, cada quien puede morirse como quiera.
Ya conozco su camino, lo veo todos los dias en la tele, ya no todos menos mal, comienzan a ganar imagen y se afianzan a ella, compran carros (o carritos...) y van al club, entonces las responsabilidades empiezan a ser piezas funda-mentales de sus vidas, y terminan consumiendolos en sus estratos y en sus hijos internados.
Siento inmensos deseos de incinerar con odio las cortinas de mi casa y salir en busca de algo que me ayude a morir mas a nuestro intenso modo. Me canse del tango y de sus bandoneones melancólicos, quiero música que me inyecte de frio, que me haga delirar, quiero música para morirme, ¡mas canciones de la pálida! Ya viene, ya vuelve.
Háganse daño.

domingo, julio 05, 2009

Comidas Rapidas

Para donde mas? se acaban las opciones y cada vez es mas tarde, y cada vez hace mas frio...
La respuesta era evidente anunciada por las manos sucias del muchacho aquel, manos que habian ya soportado noches tras frios barrotes, manos adoloridas por el tallar de las esposas, manos nuevas, manos jovenes, ay vejez, ay perdia de las facultades fisicas!, ay pasar maldito del tiempo inconstante. La respuesta? logica: (aunque persistimos ingenuamente en la idea de que no hay nada logico en el mundo) pa fuera, pa la calle.
Otra vez los parques, otra vez las drogas y otra vez: la policia, la miserable nacional, la institucion mas poderosa y sucia de nuestro (ya de por si "ensuciado") pais.
Para donde mas? pa dentro, pa la cana, y despuesvendranlosantecedentes y los pasadosjudiciales y las guerras de papeles de los abogados, que los procedimientos, que los fiscales, los asalariados y la triste prole.
Y yo digo:
ellos gastan millones satisfaciendo sus sentidos, en caviar, en champagna, siento lastima por ellos, nadie nunca les mostro los placeres pecaminosos, el sexo desenfrenado, las obstinadas drogas, ay las drogas, las drogas nos retornan algo que previamente nos quito la educacion, las drogas son busquedas inversas, formas de retorno, el que muestra el hambre no come. por eso la calle, para no mostrarla, para sentirla de verdad, dejar de mostrarla, vivir de la imagen? vacio destino, prefiero morir, morir de la carne...