miércoles, febrero 22, 2012

usted me esta diciendo perra?

Y yo que hago con toda esta violencia? Es una obsesión que me rebasa, no la puedo dejar pasar y ya, ella reacciona a lo que siente su cuerpo, n es una mujer que reprime sus respuestas, así no es la violencia, no es solapada, ella siente la necesidad de desfogarse, de romperlo todo y de hacerme tirar cosas, la tengo adherida a mí, me tiene como refugio, entró a mí en algún momento, lo siento en cada palabra, cuando no respiro si que hago fuerza, en cada gesto, en cada remordimiento nuevo que cargo durante el día, siento que estallo, que ya no lo controlo, por las noches, ni sueño ni duermo bien, ni descanso, porque algo se contiene, algo se desborda, preciso de un blanco sobre el cual desatarla, una víctima de esta violencia mía, un alguien. Porque la violencia, como el teatro, es un encuentro, una comunión de tiempos y cuerpo; lo mío, durante esta busqueda que no cesará, es una venganza en mi contra, ese único espectador solitario que asiste a la obra de su propio egoismo, consumar la venganza es un tanto vacío, algo hace falta en el monólogo, como dirian en la escuela, resulta un tanto insatisfactorio, pero tampoco puedo suicidarme, no lo disfrutaría, ni siquiera tendría el gusto vanidoso de que alguien me viera porque estoy solo en la mitad de una sucia sala de teatro, lo mejor es degustarla, esta soledad, este no encuentro, simplificarla, la venganza, saborear cada paso, lamer el dolor, que cada detalle este destinado a un sufrimiento incesante, que todo desaparezca, que se descomponga el putrefacto cuerpo ante los ojos vivos de quien prefiere morir, el placer esta en no permitirlo, que la víctima no perezca antes de que pueda arrepentirse de haber vivido. Jugar a extender el calvario, disfrutar al maximo cada desfogue, cada violencia que corte mi piel. Yo quiero vengarme de mí mismo lentamente, como la malaria. Mi placer no está en la muerte, no en la consumación, ni en el orgasmo, está en la agonía, en la infección que corroe, en el martirio, en la espera lenta y decadente, en la lengua, en mitad del sexo. Pero una hace las cosas tantas veces que siempre todo termina cansando. Yo me vengo de mí por piedad, porque prefiero hacerlo a que nada más pase, por una tibia compasión, por una necesidad interior como aquella que impulsa a entrenar, solo mis golpes me van a hacer más egoísta y más egoísta de lo que ya soy es difícil ser. Solo entrenando me vulnero, me transgredo. Toda esta violencia la sigo guardando porque escribiendo no creo que la desfogue, no escribiendo con la espalda atrofiada y deforme sobre la silla. Con toda esta violencia voy mañana a esa entrevista de trabajo y lo consigo, hasta pensé en ir muy encocainado cmo esa película Trainspotting, con la violencia y sin barba empiezo a trabajar y gano dinero y nunca entreno porque no me queda tiempo, yo no estudio, no entreno, si no que trabajo, gano dinero, no voy en bici, y ya no tengo esperanza, me quede sin voz, ya no puedo aguantar que usted estudie, a lo mejor, porque me da envidia, o porque ya me di cuenta de que usted tampoco supera las cosas, y tampoco usted me va a ayudar a estudiar y ni siquiera me deja entrenar con Jorge, porque a lo mejor usted tambien tiene envidia, o quizá cree usted ilusamente que yo no quiero entrenar si no amargarla y la verdad eso ya no me interesa, ese fue tu ego, no quiero entrenar para verla, y claro, yo tambien tengo un ego gigante y asqueroso, pero ya no quiero verla, quiero entrenar por otro motivo, me jode pensar que usted no supera las mierdas porque ya sentía que se podía al menos entrenar pero no sé porque está usted empecinada en que yo no entrene, ni toque, usted no merece tampoco que mi violencia la toque, porque usted hace reir a Violeta cuando juega con ella, pensé que no tenía que preocuparse, pensé que la violencia yo no la desfogo contra las mujeres, pensé no ser una rata machista como lo es quien golpea en la cara y además pretende que una se lleve la puta violencia reprimida a trabajar, incluso, aún me sorprende y la admiro, pero la ultima vez que ´la escuché cantar tenía la voz muy gastada, y después traiga plata que yo sigo estudiando, o mejor ni traiga, porque de pronto coronamos unos kilitos a los unidos, pero relájese, que yo sigo estudiando y después me abro y usted verá como recupera su tiempo, yo me relajo, porque eso si, ahorita no voy a entrenar ni por el putas, porque yo misma me encargo de eso diciéndole a Jorge que no lo deje entrar. Asi nos vengamos las mujeres, donde más duele, en lugares donde el dolor se disfraza. Traiga plata, no hable, reprima esa violencia y tenga este golpe por maricón, ah! y por ultimo, no se drogue estúpido, si es que no quiere volverse más estupido, y no venda drogas, mucho menos las mande a Estados Unidos imbecil, tiene que sufrir por la plata que se gane, el narcotráfico hace que todo sea posible, la plata fácil aligera mi venganza contra mi misma.
Yo no quiero que mi venganza sea ligera, el que me toca no se muere, nunca muere, por eso nunca se consumará esta violencia.

martes, febrero 14, 2012

Busco una forma definitiva, un estilo simple y correcto de decir las cosas. Esto me enerva. Es como mi imposibilidad de encontrar una lapicera exactamente apta al movimiento de mi mano. A veces creo encontrarla pero me sirve por muy poco tiempo. El mismo problema con los cuadernos, con las hojas. Mi deseo es inhumano: busco una continuidad absoluta. Lo único continuo en mí es mi deseo de esta imposible continuidad. Ahora recuerdo que ni siquiera mi estilo oral es siempre el mismo: cambio de voz, cambio de léxico, cambio de acento. Estoy anómalamente fragmentada. Por eso mis pequeños poemas. El aborto es mi emblema, mi emblema de bordes mordidos. Todo esto puede derivar muy bien de la impaciencia. Imposible amar la tarea presente, hay un perpetuo anhelo de finales rotundos, muerte y resurrección. No el aborto sino el suicidio. Sólo salva el interés sostenido, presente. Al menos es lo que se dice. Yo no tengo tiempo, algo me precipita todo el día. Cuando nada me precipita entonces nada pasa. Soy una muerta.
Escrito un viernes seis de marzo de 1964 en el sur de un mar del hotel en Buenos Aires por alguien que ama tanto la belleza que cualquier aproximación a ella, en cuanto no sea su consumación total, le enerva.
AP
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Sutil, suavecito eh, con delicadeza, que no se note, que nadie vea, solitario, o resulta imperceptible o mejor no digas nada, tu eliges. El ruido a sí mismo se detiene, se golpea, se estanca. Sólo penetra quien camina sigiloso, advirtiendo el peligro, percibiendolo antes de ser acechado, escuchando atento, sensible, viendo para luego ver como lo ven, respirando, relajado, sin afán, sin remordimientos ni culpa, sin agachar la mirada, incluso, un ligero orgullo, casi que una alegría rítmica, un efervescente dinamismo para cargar una desvergüenza de fragmentos de segundo, nada suficiente, ni siquiera para que quien roba tenga que decirlo, y usted a nadie le tiene que robar nada, es más, felicitaciones caballero, usted a partir de ahora, nunca más tendrá que robar.
Si, es un éxito rotundo, pero también es mejor disfrutarlo en silencio. Soy una mujer que muere a través de sus excesos, de su boca. No existen confesiones totales, deje de existir desnuda hace mucho tiempo, no puedo cargar sola el peso de mis abominables deseos, atroces, repulsivos y tan placentera asfixia suicida, hasta mí llegan como profecías indiferentes que conducen a ningún otro lugar, sino a aquel del que fuimos advertidas en la normal de monjas, al pecado, a la impunidad primero, pero luego, por fortuna, al fracaso y al hastío. Para que labrar esta fortuna y tener que justificarla, labrarla es solo la mitad del problema, del ingenio, de la fortuna. No existen confesiones totales porque nadie sabe la verdad ¿qué verdad? como Nietzche, acaso me descubro ingenuamente pretendiéndola cuando creo que me libero de su tentación lésbica, asediándola, atándole las muñecas a las esquinas del catre, celándola a gritos, contra su voluntad, cómo no se iba a cansar de mí.
Puedo seguirme ocultando en cuanto estas letras sostienen mi rostro, mi rostro de mujer o de hombre, que sonríe cansado, que se queja con violencia, que ruega indigna, que se vende, que se regala, que ordena a las manos seguir escribiendo, ni siquiera escribir involucra un lápiz y una hoja en blanco. Este rostro mío autoritario tan de alguna otra época vigente ¿que puede decir de lo demás, de los otros? puede juzgarlos, esos culpables, haraganes e ignorantes que merecen su pobreza y no mi rostro.
Además, no debe ser tan difícil atar ideas que se distancian. Pretender escupir desde la cima del mundo.
¿Hay gente que quiere ver más allá de lo que se puede interpretar o hay gente que considera hasta donde se puede interpretar cualquier cosa? Gente que liquida, que fija el precio.
Hay que hacer las cosas calladita, sin reconocimientos, sin palmitas en la espalda y que bien lo hiciste, solo tu empiezas a jugar con esto de escribirte mujer solita, formas de intentos absurdos, el machismo se reprime en el pecho, si, soy una mujer, pero soy incapaz de amamantar y eso me da vergüenza, hasta desprecio, una vez adentro, cuida cada movimiento, pero no dejes de moverte, al caliente, cuanto mas rapido mejor, a soltar todo y esconder lo que queda, la fortuna, quizás. Hasta alguna oportunidad de sacarla limpiecita, se presentan, no hay pie para dudas o cavilaciones, se presentan.
Imagínate tu, miles de personas, industrias enteras donde trabaja gente inocente, gente que no se detiene lascerada por el ruido de la moralidad.
Hay que gritar mas duro.

Que tan autoritaria puedo ser en prisión con este rostro mío culpable, haragán e ignorante. Este rostro asexuado o transexual.
No quería matarla, nunca la toqué. Ibamos en busca de placer descontrolado, pagamos con desden el haber llegado a la cima del mundo, el precio de la voluntad a toda costa.
Acaso terminó diciendo esas cosas de las que huía, lo que creí ocultar detrás de las letras, eso que quería esconder.

Ella nunca abortó, ahora resulta en la cama tendida.

se suicida de la fortuna y de su vida.

no yace prisionera como yo, prisionera de un texto.

viernes, febrero 03, 2012

Final Atroz de una Heterosexualidad Reprimida

Yo quisiera seguir corriendo con los ojos cerrados, a toda velocidad como cayendo en un oscuro abismo, pero mi cara se revienta contra el muro y sangro.
Ya no importa que alguien pueda juzgarme, que se pueda pensar respecto a la calidad de lo aquí escrito, por lo menos ahora no escribo con la pretensión de eludir criticas, ni siquiera tengo la noción profética de que alguien vaya a leer, no es mi intención desenmascarar al lector alienado, no creo que exista tal lector, no soy quien, nadie más alienada que yo misma, ni estoy bien, incluso eso que dije al releerlo me resulta facilista, cómo pretender que tan solo por decir que no me importa que alguien lea, ya estoy libre de toda pretensión, ni siquiera puedo yo quitarme mis máscaras, ni siquiera puedo juzgarme sin piedad y violentamente, mis justificaciones ya los conzco todas de memoria, a pesar de todo, persiste esta sensación de que no me importa que cosa pueda interpretar ese que lee ahí afuera, eso me repito, eso creo, o al menos empiezo a creerlo de tanto repetirmelo, al menos no he borrado nada, al menos insisto en escribir a ciegas porque corro a toda mecha contra el muro sin temor a equivocarme.
No escribo de noche aunque debería, el día tiene sus rótulos satisfactorios que nos hacen creer en las cosas que nos clasifican.
Yo llegué a creer que Gustavo era para mi como una droga absolutamente necesaria que empecé a consumir todos los días y sumergirme en esa adicción era el abismo sin fondo que provocaba cada uno de mis pasos ciegos. Incluso, me repito tambien eso, eso de que corro con los ojos cerrados, de que corro sin abrirlos con zancadas autodestructivas.
pero no, ahora resulta que no.
digamos que creo eso de haber superado ser una mujer fracasada, ese problema mío en que me sumerjo para superar mis otros problemas y justo así me vengo a dar cuenta que vivir sin Gustavo es mas bien como vivir con la lenta y frustrada resignación de los adictos, de quien tiene que drogarse indefinidamente, como ocultándome y huyendo de la realidad que reclama ser percibida, vuelvo a eso de que no soy una mujer de verdad, solo finjo serlo para superar este dolor o esta apatía o esta tibieza mía que más bien parece tibieza de hombre adicto, que depende, y sigo repitiendo, esta soledad me resulta en la mecánica tendencia de tener que fumar por todo, de ya casi no poder escribir, de no poder dormir.

Gustavo tampoco llega esta noche y yo no escribo mi diario.
no estoy tranquila.
La ultima vez que hablamos, me dijo que se acostaría con un hombre, que lo deseaba.
a Gustavo empiezan a gustarle los hombres.
Ese maldito marica lo llamó en la tarde para invitarlo a una fiesta.
No es que yo tenga nada contra los maricas.
Que mal que siempre termino juzgando, como si siempre terminásemos atrapados por aquello de lo que tanto huimos, de lo que tanto corremos hasta reventar contra nuestros propios límites, cuando nos damos cuenta que lo único que hacemos es juzgar.
maldito marica que debe estar besando a Gustavo.
maldito marica que no es más mujer que yo, pero debe serlo porque Gustavo le gusta más.