miércoles, marzo 25, 2015

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos

LA INSOLENTE


No viene al caso hablar de Atenea, Diosa de la sabiduría y la civilización, nacida de la cabeza del Crónida abierta por el labrys de Hefesto. En cambio, vale la pena referir los veintidós episodios que representó el tapiz de Aracne, tejido en duelo cuando ésta competía contra la vengadora de ojos brillantes. ¿Es necesario mencionar los nombres de Leda, Europa, Dánae? Es de pensar que se halla impregnado de semen divino.


ATENEA: ¡Temes ahora que mi verdadera forma te ha sido revelada por tu propia    
       obstinación!
ARACNE: Tu estirpe acostumbra ocultarse bajo engañosas apariencias, lucías como torpe       
       anciana predicando un respeto que fuiste incapaz de exigir directamente. 
ATENEA: Sólo por piedad adopté un cuerpo mortal, quise darte la oportunidad de redimir
       tus imprudencias, pero acérrima te empecinas en sostener tu injuria.
ARACNE: No necesito tu piedad y no temo a tu rostro ni al fuego de tus pupilas, te
       equivocas al pensar que basta ser inmortal para verme arrepentida.
ATENEA: Eres contumaz y lo pagarás.
ARACNE: ¿No negó también tu padre su naturaleza cuando como bestia cebada por la
       lujuria se acercó a mortales para poseerlas?
ATENEA: Te atreves a juzgar al padre de los dioses y los hombres.
ARACNE: ¿Acaso miento, expreso cosas que no sean ciertas?
ATENEA: Lamentarás toda tu vida el día que ultrajaste a los dioses.
ARACNE: Si es un agravio manifestar los vicios en los que sucumben quienes pueblan el
Olimpo, si es ignominia representar lo que por voluntad propia han hecho los dioses, estoy dispuesta a asumirlo.
ATENEA: Tus palabras son mordaces.
ARACNE: No más que mi tejido.
ATENEA: Declaras con osadía que puedes efectuar mi propio arte mejor que yo.
ARACNE: ¿Será necesario repetir lo que de manera diáfana ha sido manifestado?
ATENEA: Mortal insensata ¿Crees que tu vida es algo más que simple repetición, crees
que tus recuerdos trascienden más allá de burdas reminiscencias de tu pasado finito? 
ARACNE: Parece que temes a la repetición, al recuerdo.
ATENEA: Las diosas no sentimos temor.
ARACNE: Temes trasegar sin detenerte infeliz inmortal. Repetir tus pasos, recogerlos. Sin
                  tener otro destino que volver a surcar los mismos senderos, el agua no avanza si       
                  el río es infinito. 
ATENEA: Las diosas no tenemos destino, somos el destino.
ARACNE: Tu miedo es tu propia inmortalidad. Te ofenderé tejiendo tus recuerdos porque
                    te perseguirán eternamente, no puedes huir de ellos.
ATENEA: Tú no puedes huir de la muerte.
ARACNE: Muriendo encontraré el silencio que a ti siempre será esquivo. 
ATENEA: ¡Calla! Soy la sabiduría, la civilización, la guerra. Tú condición efímera te hace
                  fútil.
ARACNE: ¿La sabiduría, la civilización, la guerra? Meras repeticiones . Eso es lo que te duele, que yo sí podré callar algún día.
ATENEA: Las diosas no sentimos dolor. Serás reducida a bestia, a mísero insecto, y tu                
                 castigo por desafiarme será yacer hasta tu lecho en forma de animal.
ARACNE: Te agobian los animales recostados en el lecho ¿eh?
ATENEA: Vil mortal, toda llena de sangre y excremento. ¡Empecemos a tejer araña!
ARACNE: Por lo menos no tendré que hacerlo siempre.



LA TRETA

Todos saben que los hombres dejaron de perecer en la tierra cuando Sísifo, audaz, encadenó a Tánatos. Una vez liberada la muerte del cepo que la oprimía, Mérope se abstuvo de enterrar y honrar con ritos fúnebres el cadáver de su esposo por orden de él mismo, para que Hades le permitiese a éste volver del inframundo con el fin de reprender a la mujer por tal negligencia. Sísifo deseaba nunca morir, ser eterno, y su castigo fue acorde a su voluntad, aún carga la piedra que rueda por la colina empinada.

MÉROPE:     Nada existe que sea ignorado por ellos, quien es eterno todo lo sabe. Es el tiempo lo que cubre las cosas con oscuro velo, aquel cuyo destino es morir está condenado a ser ciego. 
SÍSIFO:         ¿Qué es lo que brota entonces del manantial que Asopo hizo nacer de la roca? ¿Es una ilusión la fuente que sacia tu sed mujer? Somos nosotros quienes los hemos nombrado, somos la fuente, la semilla de la cual germinan, son agua, piedra, viento que escupe nuestra garganta, han sido burlados. 
MÉROPE:     Aguardan en silencio, se complacen de la sangre, de la infamia, conceden un anhelo que disfraza zozobra. El destino es ineludible. 
SÍSIFO:         Tus ojos vieron a la muerte arrodillada en el cepo, incapaz de ponerse de pie.
MÉROPE:     Desatada después por Ares, quien te forzó a morir.
SÍSIFO:         Te avergüenza no engendrar descendencia de los dioses olímpicos como el resto de tus hermanas. ¿No ves que he regresado del Hades?   
MÉROPE:     Quieran olvidar tus afrentas y absolver tus penas, debes aprender a bajar los ojos con humildad.
SÍSIFO:         ¿Por qué seré yo quien implore caridad como un mendigo hambriento, si actúo según sus enseñanzas? Son ellos quienes nos han enseñado el arte del engaño y la mentira.  
MÉROPE:     Cada paso que das, cada herida en tu cuerpo, cada palabra que pronuncias ha sido ya fijada. Está escrita. Existen en la memoria recuerdos que nos muestran el porvenir, se nos revelan en sueños. Cada encrucijada es una enseñanza, cada disyuntiva un mensaje. Es espejismo nuestra voluntad. Sonríes…   
SÍSIFO:         Somos dueños de nuestras acciones, las conducimos según nuestras pasiones y deseos. Nada hay escrito. Los dioses no eran más que bestias mudas antes de que les diéramos voz.
MÉROPE:     Cargarás tus palabras en la eternidad.
SÍSIFO:         Así será, porque soy yo quien las pronuncia y también quien las talla en piedra.
MÉROPE:     ¿Acaso crees pronunciar alguna que no te haya sido asignada desde el mismo principio de los tiempos? Quien osa huir de su destino sólo se acerca irremediablemente a él.  
SÍSIFO:         Y si así fuera, si cada acto está predestinado, si conociesen cada barranco donde habremos de arrojar nuestras acciones ¿qué sentido tendría entonces caminar esos senderos si no escogemos realmente nuestro rumbo?   
MÉROPE:     Precisamente pisar la hierba que es el único trayecto posible y beber del río que refleja nuestro rostro.
SÍSIFO:         Elegí no caminar mi destino, debí haber muerto y heme aquí tras regresar del Hades infinito.
MÉROPE:     Ciegamente cumples una a una las profecías.
SÍSIFO:         Elijo quemar las hojas donde están escritas.
MÉROPE:     Esas hojas te cortarán los dedos y los ojos.
SÍSIFO:         ¿Por qué me has ayudado entonces, por qué mantuviste mi cadáver insepulto para que así engañase al mismo Hades, por qué pariste a mi descendencia, si no es porque deseabas conmigo engañar a la muerte, beber de la fuente de Pirene y desafiar al mortal olvido?
MÉROPE:     Querido, los mortales beben sangre para recordar. Quien no desea soñar permanecerá despierto. No hay olvido en la eternidad, esa colina no tiene cumbre.
SÍSIFO:         No son más que piedra. Inmortal piedra.

EL COLUMPIO


Colgando de un árbol como un racimo de uvas yace el cuerpo insepulto de Erígone, hija de Icario que fue muerto por los pastores a quienes dio vino. Etálides que recibió de su padre Hermes el don de no perder sus recuerdos, la encontró a orillas del Aqueronte. Los suicidas no guardan monedas debajo de su lengua. Quien esto escribe está convencido de que tanto Icario como Erígone conocían su destino, el cual afrontaron a placer.


ETÁLIDES: En Atenas las vírgenes persiguen tu rumbo, presa de la tristeza pretendiste escapar de tu dolor infringiéndote la muerte, pagaste por el error de tu sangre, seducida por el calor de la ebriedad cual hetaira maquillada con orín de plomo. Tu padre ha debido doblar con agua el mosto nefasto que le ocasionó la muerte.   
ERÍGONE:   ¿Acaso crees que buscábamos permanecer con vida? ¿Crees que se pretende con el desenfreno embriagante otra cosa que autodestruirse? ¿Atribuyes este paso a un accidente involuntario, no consideras veneno lo entregado por mi padre a los pastores?
ETÁLIDES:  Lo natural es aferrarse a la vida, pues es ésta la única certidumbre que tenemos los mortales.
ERÍGONE:   ¿Y por qué consideras que lo único que se puede perseguir en vida es la certeza de la vida misma?
ETÁLIDES:  Es estulto pensar que se vive para conseguir la muerte, en la vida están el placer y la sabiduría, ningún ser astuto puede considerar atribuirse una muerte prematura.
ERÍGONE:   ¿Hay mayor deleite que olvidar?
ETÁLIDES:  Dionisio, colmado de amor por ti ha castigado al pueblo de Atenas por causar la muerte de tu padre y así la tuya.
ERÍGONE:   ¿No consideras que mi padre ha decidido encarar la muerte? ¿Hacia dónde crees que nos lleva el vino? 
ETÁLIDES: Presas de la desmesura han caído sin saberlo en la trampa que les impuso el
                    Destino.
ERÍGONE: ¿Hay sabiduría en la incertidumbre? ¿Placer en el olvido?
ETÁLIDES: Defiendes la memoria de tu padre alegando que buscaba ser asesinado. Nadie
se arroja al fuego para arder en las brasas, nadie se lanza al mar para perecer ahogado. Nadie tienta los dioses para que le impongan su castigo.
ERÍGONE: ¿Todos los mortales tienen que ser ignorantes de su propio destino?
ETÁLIDES: No se puede conocer el destino. Ni siquiera los dioses conocen el destino.
ERÍGONE: ¿No se puede forjarlo?
ETÁLIDES: Desearías que tu padre no hubiese muerto a manos de los pastores ebrios,
          preferías que hubiese actuado con mesura.
ERÍGONE:   ¿Acaso envejecer es el único propósito que subyace? ¿Acaso la noche es siempre la misma? ¿El alba? ¿El ocaso? ¿La luna? ¿Los astros?
ETÁLIDES: Mitigas tu frustración aduciendo razones vanas, no estás segura de lo que
          dices, nada justifica tu desafortunado proceder.
ERÍGONE:   ¿Qué buscan los héroes que zarpan al mar más que morir? ¿Qué mayor
descanso se puede encontrar que aquel sueño eterno?
ETÁLIDES:  Buscan la gloria, los bienes, las sensaciones que habitan la vida.
ERÍGONE:   ¿Sólo prolongando la existencia se aprenden cosas nuevas? ¿Hay acaso algo más nuevo que la muerte misma? ¿Qué se busca cuando se renuncia a cualquier certeza? ¿Qué hay encima de la colina? ¿Tiene cumbre?
ETÁLIDES:  ¿Por qué querrías morir?
ERÍGONE:   ¿Piensas que alguna vez voy a dejar de hacer preguntas para contestar las tuyas? ¿No es acaso cada hombre dueño de su propia incertidumbre? ¿Crees que sólo en los recuerdos están las respuestas? ¿No pensaste que las fieras también razonan? ¿Creíste que no se puede caminar con gusto hacia el propio fin? ¿Ignoraste que se puede correr sin destino? ¿Existe otro camino más que perder el rumbo? ¿No son las palabras todas inmortales porque resucitan? ¿Acaso sólo podemos desear matar al otro?
ETÁLIDES:  Para quien todo recuerda esa ambigüedad no existe.