No te escucho.
¿para que tanta vida si no te puedo escuchar?
¿cómo arriesgarte?
envenenarte
llenarte de infierno para que nunca te puedas volver a mover.
envenenarte dulce niña
Expuesta a todas las perdiciones, ella
canta junto a una niña extraviada que es ella:
su amuleto de la buena suerte. Y a pesar de la
niebla verde en los labios y del frío gris en los
ojos, su voz corroe la distancia que se abre entre
la sed y la mano que busca el vaso.
Ella canta.
¿que te pasa Santiago?
estas algo inquieto y lleno de muerte
putrefacto
te persiguen Santiago
perciben tu hedor descompuesto
tu cara Santiago
ocúltala
ignórala
déjala sola
que se persigue
para besarse
y que sea el último beso
el que menos cosas te haga sentir
prostitúyete Santiago
o al menos finge que los estas haciendo
lo tuyo ni siquiera es incapacidad
es algo peor
eres sordo a los silencios
tu canto no me ayuda.
cada vez más tenazas,
más miedos,
más sombras negras.
tengo miedo Alejandra
no puedo negártelo
para qué seguir negándotelo
si cada vez mi cuerpo es menos mi cuerpo y más una masa inerte
que huelen los cuervos porque huele a muerto
no quiero devolverme Alejandra
a dormir tranquilo
quiero que se me vaya la médula espinal
en protegerte
de mi mismo
Yo no sé de la infancia
más que un miedo luminoso
y una mano que me arrastra
a mi otra orilla.
Mi infancia y su perfume
a pájaro acariciado.
de tu cuerpo me alimentaré cuando no sientas
cuando lo hayas olvidado
creo que estoy enamorada de la violencia
nunca voy a ser una mujer que espera
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