jueves, junio 06, 2013

El Idiota

"Sé que en la sombra hay Otro, cuya suerte 

es fatigar las largas soledades

que tejen y destejen este Hades

y ansiar mi sangre y devorar mi muerte.

Nos buscamos los dos. Ojalá fuera 

éste el último día de la espera."
El   Laberinto
JORGE LUIS BORGES



En el centro del tablero ¿porqué el centro? en el centro de los tiempos del compás,
Se refugian y se fugan las personas que el reflejo enfrenta, él es único testigo del colapso de los cuerpos,
de los suyos, los de él los que lo habitan, sus deseos que se oponen, sus conflictos
ocultos en el rincón de lo prescindible, de lo que por apelación no sirve, lo que podríamos transformar,
porque sin embargo tienen forma, la tenían en mi recuerdo, rugían huracanadas, chillaban y en el fondo
se temían, se ahuyentaban, ofensivas afrontaban que quizá fuese iguales,
intrínsecas se chocan las masas de los cuerpos mientras las reinas se palpan más calladamente,
por encima de hombros y ruidos de hombres, más sutil es penetrar
cuando tu cuerpo abarca a largo y ancho el tablero, cuando asesinar es para lo que fuiste ella,
y vos te hiciste a vos misma, y tu voz te hizo con ella y la misma que fuiste escuchaste su voz, y la misma
que eres, que sos,
la que el dinamismo estrella, revolucionando todo con la fuerza que seduce al sol,
la religión y las estrellas también, y tan pequeñas las letras, diminutas, tan alterable el papel.
que se agitan, se revuelcan ¿son útiles dentro de esta inmensa inutilidad?
este denso teatro de gente que puede ver, espectadores silenciosos
recogen cada noche la basura de las calles, lo que otros han decidido desechar,  
se contactan y rodean con lo que pudre, aquello que escupe el hedor intenso, lo que no se arregla
en juzgados de martillos blancos y sabanas de hierro que golpean, se rompen y lastiman a los vidrios,  
se miran y merodean antes del momento fugaz en el que mutuamente se darán muerte,
atraídas
se tocan como distrayéndose del tiempo, como ignorándolo y eso es algo de lo que él no soporta escribir,
las letras que se caen son letras perdidas que encuentran un canal, las piezas sobre él se mueven a su gusto,
expulsada por las nubes, precipitase acelerándose sujeta al peso de su propio cuerpo que siente el fin,
el suyo, el de ella, la que sos, que sos vos y ella también porque son una sola confusión que no despega,
vano es el perdón sin albedrío, vano habitar la galaxia entera si no consigues un espejo que caliente
el lugar en el que duermes, en el que haces el amor y dejas de hacerlo y callas y despiertas y alimentas
a esos que han salido de ti, esos flujos de voluntad que desataste, porque retaste el albedrío,
porque jugaste con él, como juega una niña a crear el mejor ser que puedas ser tu o ella que vuelve,
no es vano el calor del inminente río que siempre regresa, giros de las cosas que su órbita estalla,
vana la vida y la perpetua asfixia, y el tanque de oxígeno que nos mata pero nos deja vivir.
no así lo es la muerte que viste asimétrica un cuerpo de mujer desnuda,
ni el dolor que sangra por ella, el dolor de ella que nunca la llena,
nunca se desangran
las fichas que salen del tablero esperan ¿el sol? no lo hizo, se cansó y se fue detrás de una estrella,
se estrella su hambre con otras estrellas que también la miran cual si fueran hombres
la quieren tomar, que la traigan viva que aquí la matamos y sobre la mesa que caiga primero aquél
que tenga más hambre.
devorar sus cuerpos es una vía a algo que alguien nos quiere decir y sentir
tocar
son posibilidades, golpes contundentes
en potencia
por eso le digo Ortega y Gasset, las fichas esperan  
como incontrolables
seres luchan,
encuentran contención a su voluntad en la irascible necesidad de victoria.
¡Qué egipcio, qué griego o cristiano!
No da su alma por el oro y la victoria que con este obtiene
y los mágicos favores y el placer que lo entretiene,
sacerdotes se masturban entre ellos y con niños, han quedado las monjas atrás
han pasado de moda, ya no tienen gracia, que las traigan muertas,
uno vence al otro con la reina, ha cortado su orgullo su cara, con la hoja de un papel inalterable,
que lo hizo hijo de quien no es su padre, la sangre que hierve del río caliente,
que ríe la mejilla y a la boca llega, la traga el guerrero, que escupe en la tierra a su descendencia,
su herida lo cela, lo incita, lo abriga, lo aguanta, lo engaña y lo escupe luego a él también
y a su vino, al que le dio de beber y calmo su sed y su ansias imposibles de morir sin suicidarse,
es el tren que lo arrastra, porque no es un pensamiento, no una palabra, ni siquiera la palabra tren,
es el mismo tren
del que salta
cuando salta en él va a parar al río,
cual Rimbaud que salta e ignora  con odio a Verlaine.


1 comentario:

Anónimo dijo...
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