viernes, febrero 03, 2012

Final Atroz de una Heterosexualidad Reprimida

Yo quisiera seguir corriendo con los ojos cerrados, a toda velocidad como cayendo en un oscuro abismo, pero mi cara se revienta contra el muro y sangro.
Ya no importa que alguien pueda juzgarme, que se pueda pensar respecto a la calidad de lo aquí escrito, por lo menos ahora no escribo con la pretensión de eludir criticas, ni siquiera tengo la noción profética de que alguien vaya a leer, no es mi intención desenmascarar al lector alienado, no creo que exista tal lector, no soy quien, nadie más alienada que yo misma, ni estoy bien, incluso eso que dije al releerlo me resulta facilista, cómo pretender que tan solo por decir que no me importa que alguien lea, ya estoy libre de toda pretensión, ni siquiera puedo yo quitarme mis máscaras, ni siquiera puedo juzgarme sin piedad y violentamente, mis justificaciones ya los conzco todas de memoria, a pesar de todo, persiste esta sensación de que no me importa que cosa pueda interpretar ese que lee ahí afuera, eso me repito, eso creo, o al menos empiezo a creerlo de tanto repetirmelo, al menos no he borrado nada, al menos insisto en escribir a ciegas porque corro a toda mecha contra el muro sin temor a equivocarme.
No escribo de noche aunque debería, el día tiene sus rótulos satisfactorios que nos hacen creer en las cosas que nos clasifican.
Yo llegué a creer que Gustavo era para mi como una droga absolutamente necesaria que empecé a consumir todos los días y sumergirme en esa adicción era el abismo sin fondo que provocaba cada uno de mis pasos ciegos. Incluso, me repito tambien eso, eso de que corro con los ojos cerrados, de que corro sin abrirlos con zancadas autodestructivas.
pero no, ahora resulta que no.
digamos que creo eso de haber superado ser una mujer fracasada, ese problema mío en que me sumerjo para superar mis otros problemas y justo así me vengo a dar cuenta que vivir sin Gustavo es mas bien como vivir con la lenta y frustrada resignación de los adictos, de quien tiene que drogarse indefinidamente, como ocultándome y huyendo de la realidad que reclama ser percibida, vuelvo a eso de que no soy una mujer de verdad, solo finjo serlo para superar este dolor o esta apatía o esta tibieza mía que más bien parece tibieza de hombre adicto, que depende, y sigo repitiendo, esta soledad me resulta en la mecánica tendencia de tener que fumar por todo, de ya casi no poder escribir, de no poder dormir.

Gustavo tampoco llega esta noche y yo no escribo mi diario.
no estoy tranquila.
La ultima vez que hablamos, me dijo que se acostaría con un hombre, que lo deseaba.
a Gustavo empiezan a gustarle los hombres.
Ese maldito marica lo llamó en la tarde para invitarlo a una fiesta.
No es que yo tenga nada contra los maricas.
Que mal que siempre termino juzgando, como si siempre terminásemos atrapados por aquello de lo que tanto huimos, de lo que tanto corremos hasta reventar contra nuestros propios límites, cuando nos damos cuenta que lo único que hacemos es juzgar.
maldito marica que debe estar besando a Gustavo.
maldito marica que no es más mujer que yo, pero debe serlo porque Gustavo le gusta más.

No hay comentarios.: