miércoles, octubre 19, 2011

amores que matan

Andaba por el pasillo y al caminar parecía estar era cayendo, pero no caía en aguda desesperación, no era la suya una caída para el escándalo, nadie pudo percibirla, caía húmedo y solo, como aburrido, desanimado.
Era de tarde pero en esta ciudad parece de noche muy temprano y la noche dura muy poco, no abarca plenamente la madrugada, la noche fría de los que no duermen sino que tiritan, a los que les traquetean lo dientes. él no quería dormir esta noche ni ninguna, quería seguir cayendo pero al caer se le hacían mas grandes en la cara las ojeras, y el desgano, y todo.
Es tiempo de relajarse después de haber cumplido en el trabajo.
El que produce, descansa.
exige.
Echarse a leer cualquier cosa ahora resulta justo, comer, fornicar, fumar un poco, porqué no, no dormir para no recordar los sueños y que no me persigan, en medio de la gritería, del alboroto, todos juntos, gritando y corriendo atrás de mí, sometiéndome a huir, a tener miedo, a morderme con rabia las muelas, los remordimientos, los escapes, las otras personas, apretar dormido la mandíbula, apretar los rencores, las venganzas que aún no se cometen, apretarla con toda mi fuerza hasta reventar con la cabeza roja y dura y llenas de venas y no estoy dormido estoy despierto y aprieto mientras caigo por el pasillo de rodillas hasta una puerta y hago más fuerza, haz más fuerza, aprieta, no cedas, puja, aunque tengas que dejar de respirar, puja y grita, lleno de ira pura y parecía que su boca fuera a estallar, supo buscar en todo su cuerpo muerto antes de encontrar una llave, supo dar fuego a la gasolina de su ira un poco con torpeza otro con represiones y trituró más sus muelas, penetró la cerradura como poseído de una furia tremenda. Al abrir la puerta, al subir la escalera como padeciendo los pasos, irguiéndose a cada peldaño con el orgullo de quien es esclavo, y tener que romperse los dedos contra otra llave, lo invadieron los límites y salieron agolpados todos por su boca.
¡Puta! - fue lo que gritó.
Desgracia total y contundente con forma de mujer, tras la puerta cerrada, acurrucada contra la cuna, cantando, sonriendo con esos ojitos cafés como de gata.
lágrimas
¿Hacia donde me dirige esta terquedad al escribir, esta inorganicidad, este afán?
me pregunto si soy osado en creer que esto es basura, esta poesia de colegio, para mi profesora Bertha que no entiende que yo no puedo estarme quieto es porque los demás me pegan y me molestan y a mi me da miedo y por eso yo aprieto y me siento un hombre correcto, o mas bien, en corrección, que camina y tropieza hasta la puerta de su casa.
A un lugar cerrado y lleno de luz, a un punto huérfano.
Indudablemente, gracias a mi mediocridad, el único adjetivo que me atrevo a conferir, entró y miró hacía la cocina, pero pudó su deseo más que su apetito, permaneció todo el tiempo del mundo en silencio, mirándola a los ojos, midiéndola, templándola.
ella sollozaba, no ignoraba sus excesos, sus máximos resquicios, su ofender duro, su boca seca.
Él la golpeó en la cara con la palma abierta, para quemarla, como sintiendo su piel, como acariciándola, y ella dejo de llorar, el se detuvó, algo en ese instante acrecentó su angustia, su hambre, su vicio, no resulta pertinente que la mujer no llore cuando se le castiga, eso le causó como una insatisfacción, como alguna insuficiente sensación de dominio, de hombría, de temple sexual.
y le pego con los nudillos tensionados
calma su placer la sangre que vomita el reventar de su puño contra la muchacha
¿para que un arma?
¿para que desconectar el estímulo de la piel contra el dolor?
pero ella no derramó una lágrima más, ardía su rostro con el calor de quien permanece en pie entre su sangre helada.
cuando él miró la cuna, supo que ella la salvo.
¡Puta! - le gritó nuevamente y quizo romperle la cara, desfigurarla, no matarla sino dejarla en permamente padecimiento, quizo lascerarla lo que le quedaba de vida.
querer es poder
ella no lloro hasta que cayó dormida, como en secreto.
como susurrando su desgracio
supo que ese era el precio que pagaba por haber vivido, su martirio.
supo que ese era el amor verdadero.

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