lunes, junio 01, 2009

Universidad Pedagógica Nacional
Licenciatura en Artes Escénicas – Voz II Semestre



“Los sentidos son la puerta de acceso al descubrimiento o al redescubrimiento de lo existente debajo de la piel… solo hay que dejar que verdaderamente salga y fluya.”
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“A pesar de la inagotable persistencia ejercida por la educación para fracturar nuestra naturaleza instintiva, para cohibir, para apropiarse sistemáticamente de la mente restringiendo al cuerpo, negándolo, tornándolo simétrico, existen formas de retorno, de desinhibir, la eterna búsqueda para recuperar nuestros cuerpos, que gritan desesperados pero que muchas veces no escuchamos, pues estamos demasiado ocupados en cosas que parecen muy importantes. Imágenes, fuentes infinitas del redescubrir.”

Sudor, besos, sabanas, olores, muchos olores: tinto, desayuno, agua, sexo.

Se desperezaba con fuerza sobre la tela hirviendo, cada bostezo emana un gigante bloque de aire que le acariciaba las paredes de la garganta, masaje de sirenas para las cuerdas del habla.
El regó sus cosas en la cama, ella saco una a una las suyas y cambiaron de mochila, a él le atrajo el signo rojo y negro que decía: TORTURA NO ES ARTE NI CULTURA.
La de el tenia sospechosamente una mancha de pintura roja, para agregar a aquello de que las casualidades no existen.

Caminaron. Ella le había dicho que caminar, si caminar, así como suena, era el oficio de desequilibrio mas grande del mundo. Era verdad, sobre todo para subir unas escaleras Julio.
Sus rodillas no estaban completamente estiradas, su peso no se sentaba en su cintura, se esforzaba por alinear las vértebras, pero su trasnochado cuerpo tensionaba su cuello casi involuntariamente.

Parques, escuelas, Palomino y Eliecer se revolcaban anchos y descarados en sus mentecitas recién despercudidas. Si aquellas cortinas pudiesen hablar, reirían. Si aquellas sabanas respiraban, murieron. Comieron chocolate y fumaron un cigarrillo, se sentaron en la acera, esas cosas de cemente que sirven para caminar, el doblo las rodillas, uso su centro para bajar, las rotulas se apoyaron con suavidad en el pavimento, después una pierna se quebró y la otra hizo lo mismo, pasadas delante de la cadera, sirvieron como apoyo y fueron cruzadas, no había tabla de lunes a las siete de la mañana, había zapatos, no dolía, libero su cuerpo del máximo de tensiones posibles del ombligo para arriba, sus piernas que eran el apoyo estaban duras y tensas, pero saboreaba el chocolate y se pega algunos plones de cigarrillo. El espero su bus, ella espero que el esperara, su bus paso como seis veces antes de que lo detuvieran, ella iba a trabajar, ellos se despidieron y solo quedo en el piso, regada de crayola verde, una palabra que no caducaría aun cuando marchite: niñez.

De Los Poetas
“Desde que conozco mejor el cuerpo –dijo un día Zarathustra a uno de sus discíulos-, el espíritu no es ya para mi más que una manera de hablar; y lo “imperecedero” tampoco es más que un símbolo.”

Llego a su casa con un libro de Dickens para regalar, el motivo: Ya llego la fecha, dulce y bendecida…
Estampado con gritos sordos aullaba al interior de sus primeras páginas:

"Tú, haz aún más intensos los años de niñez recargándolos con la experiencia del adulto. Liga la corrupción a tu frescura de niño.
Tu enrúmbate y después derrúmbate. Atraviesa verticalmente todas las posibilidades de precocidad. Ya pagarás el precio: a los 19 años no tendrás sino cansancio en la mirada, agotada de capacidad de emoción y disminuida la fuerza de trabajo. Entonces bienvenida sea la dulce muerte fijada de antemano. Adelántate a la muerte, precísale una cita. Nadie quiere a los niños envejecidos. Sólo tu comprendes que enredaste los años para malgastar y los años de la reflexión en una sola torcida actividad intensa. Viviste al mismo tiempo el avance y la reversa. Cuando estés reventando acompañado, ¿tú qué harás? ¿Te quedarás dormido con la boca abierta delante de quienes han admirado siempre tu vitalidad? ¿Te despedirás dando tumbos para que se dé a tus espaldas un ramo de habladurías? ¿Reventarás encima de los otros? ¿Por qué buscas la compañía en tus momentos de degradación? Vuélvete adicto a los vicios solitarios... "

Cabalgo oriundo la ciudad, de norte a oeste, si, paso por Chapinero, y miles de señuelos le devoraron el cuello, las manos, los oídos, el pecho, el ombligo, tedioso y lleno de mañas. Saludo, sonrió y comió queso, no soporto el ponqué, se marcho y se llevo consigo a la tercera hija de él, pero a la primogénita de ella, dejo el libro en el estante y corto el aluminio a la mitad, la noche de plomo se venía encima, desplomándose con ira, como en las mejores fiestas adolescentes.
El bus zumbo veloz la carretera que las prostitutas vieron desde sus andenes, desde sus largas y bonitas piernas, deseo intocable, gemido de gemidos en silencio. Malas compañías de noches abarrotadas.

Los arrullaron la noche ventosa, la luna que nunca se dejo ver vestida y un árbol inclinado por el peso de la furia, de la contrapropuesta. Un árbol bajo el cual el ya había abatido varias noches, y muchas más frías que esa, tibiecita.
Subieron a casa a la madrugada, entraron a la cocina: un recogedor y una caneca, una butaca blanca y la gran basura. El ocultó la gran basura tras el refrigerador, guardo el recogedor donde no lo olvidara y acerco la butaca hasta la puerta, ella camino y se sentó en la banca, el cerro la puerta y removió una a una las prendas que lo vestían hasta ser entregado desnudo a la oscuridad de unos jeans negros, rotos, cocidos y vueltos a romper.

Abrió alguna gaveta y saco una jarra metálica, “olleta” había escuchado que le decían, saco también un molinillo de madera, un vela rota a la mitad, de primera comunión para seguir añadiendo a la colecta de las casualidades. Le pidió que cerrara los ojos, ella accedió, el apago la luz y ella los abrió cuando quiso, lo vio en la oscuridad iluminado solamente por la vela derritiéndose en el piso que los miraba intermitente, la jarra con agua reposaba con exactitud a pocos metros de su respiración. El era consciente, se llenaba el pecho y el estomago, era grande, ancho, satisfacía sus pulmones con oxigeno de madrugada, gramo por gramo.
Gritó, pero su grito no fue de verdad, grito con la garganta, cerró antes de que el aire saliera por temor a despertar a su madre, terminó y el agua rodándose contra el piso apago la vela, ella corrió a él, intento hacer algo pero no lo hizo, malditos intentos.

Su madre se calzo y atravesó la casa hasta la cocina, lo vio empapado, tiritando, le dijo que qué hacía, que se fuera a dormir, él la invito, ella le dijo que trapeara y se acostara, que no quería ver nada, lo castro, él le dijo que bueno, sonrió y miro al piso, sabía que no se saldrían con la suya, dijo que iba a poner música, que a él le gustaba trapear con música de fondo, camino por el corredor, acertó en la oscuridad un disco de Beethoven, manos de hombre educado golpeando con el puño cerrado en la puerta de algún niño un poco sordo. Oído absoluto, roll over. La quinta sinfonía. Entró al cuarto de su hermana y le dijo: -Vaya a la cocina, hay una escena-.

Cupo el silencio y cupieron las miradas despiadadas, trasgresión.

Su cuerpo y su voz se desmoronaron ante la fría y húmeda. Temblaba, trapeó y se seco los cabellos, el petróleo crudo no era necesario por primera vez en su frente inestable. Reventó las líneas telefónicas hasta las cuatro, las cinco y las seis, escribió y después se tumbo en su cama.
Antes de caer dormido, se volvió a levantar, corrió a la cocina y sirvió chocolate en la olleta, lo comió con queso, y quedose pensando donde conseguir como diez mil en alfileres. El billete justo reposaba mojado al lado de un cuerpo joven que orino tres veces antes de caer exhausto contra el colchón.
Soñó con un gran jardín de niños, todos jugaban y correteaban por el pasto, de repente una horda gigante de adultos se acerco por el horizonte, caminaron bulliciosos hasta el jardín de niños y los observaron, en ese momento todos los niños se congelaron y quedaron estáticos ante los miles de pares brillantes y oscuros que los miraban, dejaron de jugar y de correr, comenzaron a hacer como si jugaran y corrieran.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No lo dejaste en el estante, te lo llevaste.