miércoles, diciembre 19, 2012

Deuda Interna

Otra vez algo me aterra: me aterra la trampa que constantemente nos hacemos a nosotros mismos, hasta para escribir nos ponemos trampas: me aterra, digo primero, pero lo desvío a lo que nos puede pasar a todos. por más que hable de lo que nos pasa a nosotros mismos.
eso refleja una cobardía innata.
los brazos nacen del pecho, no están atados a él, es más como que lo desatan.
es más como que son demasiadas palabras para voltear una idea con precisión.
que salgan tus puños con la fuerza de todo tu cuerpo y como halcones estallen contundentes en los débiles.
esos, como los besos: tampoco se deben regalar.
antes de hablar de los ejercicios de Decroux, de lo que hicimos con el cuerpo (en cuanto si los hicimos juntos, en cuanto es diferente hacer algo solo, en cuanto no es diferente hacer algo solo para mí: sino imposible) antes de eso, cabe preguntarme por mi cuerpo, por las personas con quienes lo revuelco no tan sigilosamente como yo creía.
eso de enamorarse nunca me había parecido a la vez tan pervertido y necesario salvar.
nuevo verbo: des-pervertir. ¿sacralizar? cada cual llevará su fantasía hasta donde pueda cargar con ella, cada cual la carga solo, los demás no deben vernos cargarla si queremos que también sea suya.
si nos ven, se distraerán del juego desinhibido que podrían jugar.  
para dar vida debemos morir hasta desaparecer, pero morir con todas nuestras fuerzas, morir realmente toda nuestra vida, todo nuestro cuerpo morirlo por algo.
algo puede causar amor pero lo que no puede causar cualquier cosa.
algo causa amor en cuanto cobra vida para nosotros.
tramposa esa palabra: cobrar vida.
lo que amamos no nos debe nuestro amor.
amor amor, no reciprocidad, no refugios cobardes en otra persona.
amor ciego que parte del amor por mí.
me aterra que casi nunca jugamos, me aterra lo solemnes que nos ponemos ante lo inesperado.
como si nunca hubiésemos descubierto o aprendido a caminar, como si los conceptos y las paredes de las cosas hubiesen nacido con nosotros, otra vez me aterra, otra vez nosotros, como si el mundo de las ideas estuviera en algún lugar del cielo, reproduciendo materia, textos filosóficos de griegos o cualquier cosa...
asumir las cosas, entregarse, no implica aburrimiento, tedio, disciplina no implica desgano, por el contrario, cuando algo que nos motivaba por sus circunstancias cercanas al juego, asumirlo como disciplina y generar un cambio sustancial y rítmico no debe atarnos a la rutina pensada como tal, debe desprendernos, o mejor, no debe hacer nada, o aún mejor (por esto de competir contra mi ego), indi-gestarnos de preguntas que nos hagan vomitar curiosidad.
hacer el amor conmigo nunca había parecido tan romántico, con la idea del amante suicida que...
creo que no quiero escribir más, creo que quiero escribir mejor mañana.
 creo que quiero escribir mañana, mejor de lo que escribo hoy, porque escribo muy mal.
temerosamente mal y no me apena decirlo.
mañana escribiré de lo mucho que me sigues gustando y de las nuevas formas que tomas en mi cabeza.
esta cabezota inquieta que no quiere seguir escribiendo.
me aterra lo mucho que se anda aterrando ella...
casi que podría jugar a que no fuera mía.
ni ella.
ni todo mi cuerpo.
que es solo de ella.
que también es ella.
 otra vez yo, tan innecesario, mejor que ni siga escribiendo...

¿decisión con carácter o miedo a arruinarlo todo?
 

No hay comentarios.: