martes, febrero 26, 2008

Trilogia del Cobarde (o Reseña de como medir la inspiracion, o Argumento a favor de la necesidad, o Resumen de los vanos excesos, o El mano a mano...)

El punto exacto, cuando quien conduce la larga razon de la registradora que cuenta el numero de gentes que suben al bus, hace contacto visual con quien lo observa de lejos, siendo victima a la vez, del reflejo de las luces de la ciudad, de la oscuridad que ya se adueña del dia, de la señal que da justo a la esquina inferior izquierda del panomarico del monstruo andante que cada vez huye mas de la oportunidad de detenerlo con la mano derecha.

Que utopico suena el triste caminar de los peones en el tablero, que bonito llegar a pensar en el limite contrario del tablero, viendo partir el juego con ocho peones a siete cuadros de su meta, de su sueño utopico, aquel de convertirse en reina, tocando los predios del campo rival, venciendo la muerte, y que tienen ellos? un miserable salto de arranque que avanza dos. Considerando, que un salto del rival, anula de por si dos saltos de peon, pues amenaza cruelmente, dos cuadros, hace mas dificil la llegada del peon a su objetivo, hacerse reina.

Talvez las ganas inmensas de tomar agua, de saciarse de liquido, la sed permanente de mi higado cristalizado por la falta de sueño, la deshidratacion por el calor de los buses de la ciudad, y cualquier otro tipo de cosas que involucren: tomar, como hecho fundamental y necesario para saciar la sed existente; cesen de repente cuando tus puños la sujeten con ansias, cuando el frio de su exterior te roce las manos y sientas que tus palmas la tienen, es tuya: la botella.

El afligido ser que, del mismo modo, intenta ver a los ojos a quien lo podria detener, "podria" porque eso no es seguro, si fuese seguro no habria gracia, no habria mirada penetrante,freno pretensioso, contacto visual, esfuerzo al mirar, si todo el mundo supiera a donde van todos en esta ciudad, no habria nada, no existiria la casualidad, se perderia la posibildad, aquella hermosa, hasta cierto punto descarada, de que, quien observa forzosamente el letrero del medio de transporte, a pesar de todas las objeciones que presentara muy justificadamente el lector, es un ciego que estira el cuello a la orilla de la avenida.

Que lindo pensar, o llegar a imaginarse alguna vez, que de solo caminar y llegar al limite, podra uno, tal y como los peones del tablero, hacerse unico, poder recorrer el tablero de un paso, eso lo digo, yo, en primera persona, pero el amable transeunte que nacio caminando de su casa al trabajo, del trabajo a su casa, y luego al parque. no tiene como yo, en singular y primera persona, el recibo guardado en la mesa de noche, de un ajedrez en madera fina, un carro pagado de contado. De mi casa al trabajo, del trabajo a mi casa, y luego al parque. El carro? para hacerlo solo de un paso; El tablero? para poderlo comparar; el libro? para leer en las noches.

Porque la sed, como la vida, no es la necesidad de beber, sino la necesidad de saber que se puede beber, saber que en el desierto no puedes encontrar el elixir de la eterna juventud. A la larga la billetera es igual que tomar agua, el bolsillo del ciego, no quiere estar cargado de dinero para comprar el tiempo, o como matarlo. Quiere llenarse y tener peso, para que el ciego vea, que puede matarlo, como empuñar la calibre 38.
Quien no bebe de esta, con el agua en las manos?

El andante que se halla a orillas de la avenida que divide la ciudad,
como la ultima linea de un tablero, lo divide vanamente de la realidad,
lo aparta de las leyes fisicas, en el tablero no hay gravedad,
hay dos niños con bigote y no de leche, jugando a matarse a espadazos.
o por lo menos, les gusta creer que pudiesen hacerlo.
como el paso que da el peon para hacerse reina,
como sostener la botella entre tus brazos,
vivir toda tu vida, para coronarte en algo que no fuiste jamas.
beber del agua que nunca quisiste beber, pero que siempre anhelaste tener.
como el ciego,
que se halla a orillas de la avenida que divide la ciudad,
despues de caminar, da la casa al trabajo,
del trabajo a la casa,
y luego al parque.
Vaya ironia si el ciego pudiese ver,
y no utopicamente como en las peliculas para sonreiar.
si el ciego, que estira el cuello,
fuese,
como el peon que amenaza con jaque al rey.
Un simple hombre que desea hoy por la tarde:
suicidarsele a la vida en la cara.