¿Puede acaso
hacerse responsable a una vacilante mayoría? ¿No es cierto que la idea de
responsabilidad
presupone la
idea de la personalidad?
¿Puede
prácticamente hacerse responsable al dirigente de un gobierno por hechos cuya
gestión y ejecución obedecen
exclusivamente
a la voluntad y al arbitrio de una pluralidad de individuos?
¿O es que la
misión del gobernante – en lugar de radicar en la concepción de ideas
constructivas y planes – consiste
más bien en
la habilidad con que éste se empeñe en hacer comprensible a un hato de borregos
lo genial de sus
proyectos,
para después tener que mendigar de ellos una bondadosa aprobación?
¿Cabe en el
criterio del hombre de Estado poseer en el mismo grado el arte de la
persuasión, por un lado, y por otro la
perspicacia
política necesaria para adoptar directivas o tomar grandes decisiones?
¿Prueba acaso
la incapacidad de un Führer el solo hecho de no haber podido ganar a favor de
una determinada idea el
voto de
mayoría de un conglomerado resultante de manejos más o menos honestos?
¿Fue acaso
alguna vez capaz ese conglomerado de comprender una idea, antes de que el éxito
obtenido por la misma revelara la grandiosidad que ella encarnaba?
¿No es en
este mundo toda acción genial una palpable protesta del genio contra la
indolencia de la masa?
¿Qué debe
hacer el gobernante que no logra granjearse la gracia de aquél conglomerado,
para la consecución de sus
planes?
¿Deberá
sobornar?¿O bien, tomando en cuenta la estulticia de sus conciudadanos, tendrá
que renunciar a la
realización
de propósitos reconocidos como vitales, dimitir el gobierno o quedarse en él, a
pesar de todo?
¿No es cierto
que en un caso tal, el hombre de verdadero carácter se coloca frente a un
conflicto insoluble entre su
persuación de
la necesidad y su rectitud de criterio, o mejor dicho su honradez?
¿Dónde acaba
aquí el límite entre la noción del deber para con la colectividad y la noción
del deber para con la propia
dignidad
personal?
¿No debe todo
Führer de verdad rehusar a que de ese modo se le degrade a la categoría de
traficante político?
¿O es que,
inversamente, todo traficante deberá sentirse predestinado a “especular” en
política, puesto que la
suprema
responsabilidad jamás pesará sobre él, sino sobre un anónimo e inaprensible
conglomerado de gentes?
Sobre todo,
¿no conducirá el principio de la mayoría parlamentaria a la demolición de la
idea-Führer?
Pero ¿es que
aún cabe admitir que el progreso del mundo se debe a la mentalidad de las
mayorías y no al cerebro de
unos cuantos?
¿O es que se
cree que tal vez en lo futuro se podría prescindir de esta condición previa
inherente a la cultura
humana?
¿No parece,
por en contrario, que ella es hoy más necesaria que nunca?
Difícilmente
podrá imaginarse el lector de la prensa judía, salvo que hubiese aprendido a
discernir y examinar las cosas
independientemente,
qué estragos ocasiona la moderna institución del gobierno
democrático-parlamentario; ella es
ante todo la
causa de la increíble proporción en que ha sido inundado el conjunto de la vida
política por lo más
descalificado
de nuestros días. Así como un Führer de verdad renunciará a una actividad
política, que en gran parte no
consiste en
obra constructiva, sino más bien en el regateo por la merced de una mayoría
parlamentaria, el político de
espíritu
pequeño, en cambio, se sentirá atraído precisamente por esa actividad.
Pero pronto
se dejarán sentir las consecuencias si tales mediocres componen el gobierno de
una nación. Faltará
entereza para
obrar y se preferirá aceptar la más vergonzosa de las humillaciones antes que
erguirse para adoptar una
actitud
resuelta, pues, nadie habrá allí que por sí solo esté personalmente dispuesto a
arriesgarlo todo en pro de la
ejecución de
una medida radical. Existe una verdad que no debe ni puede olvidarse: es la de
que tampoco en este
caso una
mayoría estará capacitada para sustituir a la personalidad en el gobierno. La
mayoría no sólo representa
siempre la
ignorancia, sino también la cobardía. Y del mismo modo que de 100 cabezas
huecas no se hace un sabio,
de 100
cobardes no surge nunca una heroica decisión.
Cuanto menos
grave sea la responsabilidad que pese sobre eFührer, mayor será el número de
aquéllos que, dotados
de ínfima
capacidad, se creen igualmente llamados a poner al servicio de la nación sus
imponderables fuerzas. De ahí
que sea para
ellos motivo de regocijo el cambio frecuente de funcionarios en los cargos que
ellos apetecen y que
celebren todo
escándalo que reduzca la hilera de los que por delante esperan.... La
consecuencia de todo esto es la
espeluznante
rapidez con que se producen modificaciones en las más importantes jefaturas y
repartos públicos de un
organismo
estatal semejante, con un resultado que siempre tiene influencia negativa y que
muchas veces llega a ser
hasta
catastrófico.
Si el judío con la ayuda de su credo marxista llegase a conquistar las naciones del mundo, su diadema sería entonces
la corona fúnebre de la humanidad y nuestro planeta volvería a rotar desierto en el eter como hace millones de siglos.
La Naturaleza eterna venga inexorablemente la transgresión de sus preceptos.
ASI CREO AHORA ACTUAR CONFORME A LA VOLUNTAD DEL SUPREMO CREADOR: AL DEFENDERME DEL JUDÍO
LUCHO POR LA OBRA DEL SEÑOR.
haces
a veces huelo perico porque soy muy cobarde para tomar cianuro..."
A. H.
ayer y hoy
A. H.
ayer y hoy
No hay comentarios.:
Publicar un comentario