jueves, noviembre 03, 2011

Antorcha

Lo utópico no es la revolución, es creernos revolucionarios, es pensar y decidir de entre todas las palabras que conocemos con cual forjar este texto.
La cobardía es lo que no nos deja confrontarnos, lo que nos refugia en el grupo, lo que nos fortalece, adictiva.
Lo utópico es creer que he sentido hambre, es ahora convencerme de que tengo que ganarme la vida como pobre, es sentir que mi trabajo es horrible, es escribir como justificando esta mediocridad que se me trepa.
La cobardía es calentar el agua de la ducha, no ser capaz de arrojarme bajo el chorro frio como quien toma un riesgo, la cobardía es estar escribiendo como para aislarme, como para dar testimonio de que no pude vivir.
Quizá despierte una mañana dispuesto a todo, a medirme, a clasificar mis acciones entre buenas y malas, a reprochar la indignación, a comer del plato de mamá, a estudiar en el colegio que es la calle, a rezarte y a pedirte perdón por cuestionarte ciegamente, a pedirte que me permitas revindicar mis desiciones, mis impulsos que no son tan contundentes.
¿quieres algo en especial de mí?
pidelo
te lo dare, lo juro.
no quisiera ser más ese niño rico que lee a marx y se llena el estomago todo de ansias, de la reacción del pueblo, ese niño convencido de que sostiene la pirámide, pero queda algo de capital aún sobra el cual caer, quedan todas las palabras para decirme que no soy obrero, que no soy niño, que no soy inteligente, de otra manera ¿porque me condeno cada vez que escribo?
a lo mejor lo poco de naturaleza que se aferra a mi cuerpo, me lo indica, me indica mi extraña forma de morir de pie, vestido de rojo, puteandome por ser cobarde y por no poder decirlo.
Utópico es estar desnudo.

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