lunes, agosto 08, 2011

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(Aunque tenga los ojos vendados con las monedas de los ricos juego)

No trabajar más. No hablar, pensar, obedecer para sufrir y ganar dinero.
Nosotros no podemos estar pensando que alguien nos quiere, porque nos quiere vivo, y eso te da miedo a la muerte, puede llegar demasiado pronto o demasiado tarde. Someto mi cuerpo a su deseo, poco a poco me hago adicto a esta tortura. Primero un Domingo y después todo en la vida es cuestión de costumbre, viene otro día y otro… Terminas conformándote con existir, que placer. Esta pena, porque en el fondo lo que me sigue gustando es otro tipo de mujer, adentro mío yo soy igual que todos los reaccionarios hijos de puta que me hacen mártir. Imposible que el espejo no me devuelva la mirada. Ya la vejez nos sujeta a hilos invisibles, somos marionetas de nosotros mismos, soy como ellos, igualito. No creo en la moral pero me seduce la mujer maldita, la abrazo con sevicia, me aferro a ella que es mi propio encierro.
Estoy sucio de límites y cohibiciones. No me dejo jugar, quiero ser más pero no sé que es eso, la necesidad de juzgar a los demás, infame creencia en el mundo externo. ¿Quién tiene derecho de juzgar a otro? Para juzgarte, necesito escucharte. No me gusta jugar a juzgar pero la engañaba al no decirle que necesitaba de otras relaciones y mamá se dedicó a criticarlo delante de nosotros, se dedicó a ser víctima. Yo no creo en el matrimonio, no creo en la monogamia, no creo en la recompensa de la gente buena. Nadie puede entender el hambre, nadie debe entender el frío en la piel de otro. El frío de las noches durmiendo tirado en la calle contigo lo he sentido, solo al calor de tu cuerpo puedo tiritar y soñar el frío, sin tener donde ir. Todo es provisorio, nada es para siempre, ni siquiera el hambre. Soy esclavo del tiempo, un sirviente al que explota, quizá la noche pueda protegerme de sus golpes, de noche no hay orden, los humanos duermen. Mi mamá quiere que sienta lástima por ella. Lástima, la sociedad me inculcó esa basura, no sé que tan culpable soy por estar seguro de todo lo que me fue inculcado. ¿Hasta donde mi fe ciega me permite confiar en la autoridad? ¿Hasta cuando mi rebelión no es un acto violento por amor al poder? ¿Creo en teatro pobre cuando mis pies descalzos patean las monedas? Desconfío de la comida que llena mi estómago, desaparecerá. No duermo. Tengo hambre.
Otro organismo destrozado que se entrega como limosna, es curioso que uno no puede estar sin encariñarse con algo, como si la mente segregara sentimiento sin parar, lo mismo que el estómago segrega jugo para digerir el hambre. Que condicionada libertad para estar solo, porque nadie va a sentir por mí el dolor. ¿Quién más que yo puede sentir los golpes a mi piel? Pero estoy con ella y con todos los que piensan como ella y yo. No soy un charlatán que habla de política en un bar, la prueba es que estoy acá, no en un bar. Sufro para reprimirme y adecuarme a las exigencias sociales, oculto tendencias indeseables, deformo mis instintos, lleno mi sexo de vergüenza. Ella lucha por desprenderme de lo que creo que soy, ella desprende lágrimas de mis ojos ciegos. Siempre fue revolucionaria, primero le dio por… bueno, no voy a tener escrúpulos. Le dio por la revolución sexual, como una canilla mal cerrada y las gotas van cayendo sobre cualquier cosa, no se las puede atajar. ¿Es injusticia tener que aguantar con violencia la vergüenza que me blinda? ¿Es debilidad el deseo? Siento un ideal desesperado de niñez intacta. Me deprime pensar en mi deformación irreversible. Obligarme a tener que temer no haber avanzado o retrocedido nada. Sigo siendo hijo amarrado a la madre muerta que lo castró, amarrado por el cuello a la escuela. Sordo a los gritos de mi cuerpo ausente. Mi madre me grita ¡drogadicto!, me pega en la cara. Su casa no es mía, casa quiere decir país o ancho mundo conocido del encierro. Las mujeres asesinas que mejor me mimaron. Desahogo es rebasar el vaso que me contiene. Arriesgarme a ser líquido y filtrarme a lo prohibido. Desobedecer mandamientos. Desatarme de este apellido que me clasifica. No tengo responsabilidades, tengo impulsos que mi personalidad bloquea, apariencia que me hace incapaz de desinhibirme. Odio y amo esta imagen que cubre impulsos. Que duro que nada dure para siempre, me perturba el miedo a que todo tienda al caos misteriosamente, me restringen imposiciones a mi genitalidad deforme. Masturbarme es trastorno, orgasmo y asco. Semen de mi cerebro hueco, mi cráneo de vidrio lleno de estampas de santos y putas. Vivo perseguido por recuerdos del miedo tonto a ser castigado. La policía me pega en la cara. Condenado a no escuchar jamás a nadie y el único culpable soy yo. Ya no se oye ninguna pisada ¿será posible que no me sigan más? ¿Será posible que nunca me encuentren? No puedo esconderme del dolor, no puede huir mi piel de sus impulsos. No sé si esto libera, no sé si esto redime. ¿Hasta cuando esto es un desahogo inútil? Me arroja a la pared inmunda esta extraña influencia, mi cerebro de vidrio se rompe, caen al suelo todas las estampas. Finjo cordura para relacionarme, tengo la necesidad de ser social, confieso que dependo de los demás, que hasta ahora me he alimentado de aprobación. Pierdo mi perversidad polimorfa. Tengo tu piel como memorizada, porque lamerte es luchar por el olvido. Sabes a piedras que ruedan en contra del río, haces que me olvide de mi clase, de la comodidad, de las riquezas que he atado a mí. Haces que me olvide de mi madre víctima, del asco y las restricciones, de la educación, de mi limpieza. Me transformas en delirio esencialmente bisexual. Gracias a ti olvido mi voluntad de marioneta en esta celda. Olvido que estoy enamorado de la vergüenza.

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